Nadie consigue llevarse sus posesiones cuando muere. Todavía estoy por ver un camión de mudanzas siguiendo la carroza fúnebre en un funeral. Al final del día, la única cosa que podemos llevarnos son los recuerdos de todas esas grandes experiencias vitales que añaden sentido a nuestra vida. Estando así las cosas, prefiero pasar mis días en actividades que me dejarán recuerdos felices en vez de posesiones.
He descubierto que mis mejores recuerdos derivan de las cosas más sencillas de la vida. El día que mi hija dio sus primeros pasos, la navidad en que decidí regalarle su primera mascota, el orgullo y la emoción al verla izar la bandera nacional.
Dale Carnegie escribió: "Una de las cosas más trágicas que conozco sobre la naturaleza humana es que todos tendemos a aplazar la vida. Todos soñamos con un mágico jardín de rosas más allá del horizonte en lugar de disfrutar de las rosas que están floreciendo delante de nuestra ventana hoy". Ten la sabiduría de disfrutar de las cosas sencillas. Los recuerdos extraordinarios que te proporcionarán más valor a tu vida que cualquiera de los juguetes materiales en persecución, de los cuales desperdiciamos tanta energía vital. Como comenta Emma Goldma: "Prefiero tener rosas sobre mi mesa, que diamantes sobre mi cuello".
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