Durante mi día a día, al compartir con algunas personas a menudo les pregunto ¿Estás de acuerdo conmigo en que sobre todo aprendemos de nuestras experiencias más duras?. Inevitablemente cierto me contestan las mayoría de ellas. Si esto es así, con frecuencia me pregunto por qué los seres humanos empleamos tanto tiempo de nuestra vida rumiando sobre los aspectos negativos de nuestras experiencias más difíciles, en lugar de verlas como lo que son: nuestros mejores maestros.
No tendríamos la sabiduría y el conocimiento que ahora poseemos, de no ser por lo reveses que hemos sufrido en la vida, los errores que hemos cometido y el sufrimiento que hemos soportado. De una vez por todas, acepta que el dolor es un maestro, y el fracaso, la vía rápida hacia el éxito. No se puede aprender a tocar la guitarra sin pulsar algunas notas equivocadas y nunca aprenderás a navegar si nunca corres el riesgo de volcar alguna vez. Empieza a ver tus problemas como bendiciones, toma la determinación de transformar las piedras sueltas en piedras angulares sobre las que asentar tu vida y resuelve convertir tus heridas en lecciones.
Como casi todo el mundo, yo también he tenido mi porción de sufrimiento, al ir avanzando por el sendero de la vida. Pero siempre trato de no olvidar que lo que forma nuestro carácter no son las experiencias más fáciles, sino los episodios más duros.
Durante los momentos más comprometidos de la vida, descubrimos quiénes somos realmente y la verdadera dimensión de nuestra fortaleza interior.
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